Hace poco más de una semana que volví de Mozambique, un viaje lleno de magia y sensaciones. Yo no conocía la parte de África negra y, para empezar, creo que elegimos un país en el que, a pesar de las dificultades para viajar y de la poca infraestructura que existe para turistas, te sientes seguro e incluso acogido por los mozambiqueños. Ellos no tienen nada, y saben que tú lo tienes, son curiosos al respecto, pero no agresivos.
Esto me ha hecho replantearme muchas cosas con respecto a mí trabajo. Por supuesto a nivel personal muchas más, pero no vienen al caso en este blog. Todas mis reflexiones me llevan a dos conclusiones principales:
- En ocasiones estamos tan pendientes de las nuevas técnicas o canales de comunicación del marketing que nos olvidamos de lo más importante, de la esencia del marketing: ¿Qué estamos vendiendo y/o comunicando? y ¿Para quién?
- El marketing puede no sólo comunicar y fomentar ideas y comportamientos socialmente responsables de una marca en concreto, el marketing puede convertirse en una herramienta que extienda una “forma de pensar” que “cambie el mundo” y obligue a todas las marcas a adoptar una actitud más socialmente responsable.
¿Qué estamos vendiendo y/o comunicando y para quién?
Aunque parezca básico, muchas marcas y profesionales olvidan demasiado a menudo que se dirigen a un público formado por personas más o menos comunes. Por mucho que la última moda sea hacerse fotos desnudos en templos y publicarlas en Instagram, y sin hablar de la opinión que me merece esa moda, si estamos preparando una campaña de marketing para una empresa que se dedica a la venta de cortinas de baño, no tiene sentido utilizar esta nueva moda. Si la utilizamos podemos conseguir que la campaña haga mucho ruido pero ¿la empresa venderá más cortinas de baño? Lo dudo.
Hay que volver a lo básico, en una campaña de marketing lo importante es el producto o servicio, la experiencia que te aporta, si la hay y, sobre todo, el cliente al que te diriges.
En Mozambique la gente no puede elegir lo que consume, aparentemente, pero nosotros fuimos testigos de cómo en el mercado algunos puestos estaban llenos y otros, en los que podías encontrar los mismos alimentos, estaban vacíos. ¿La razón? No puedo asegurarlo pero estoy segura de que tendrán que ver la calidad de los productos en sí y el trato dispensado por los vendedores.
Marketing socialmente responsable
Hace ya bastantes años, antes de la crisis económica mundial, se hablaba mucho de la Responsabilidad Social Corporativa, e incluso se comenzaron a tomar medidas, se desarrollaron indicadores, hubo intentos de implementar ciertas normativas y, en España y en muchos otros países, una empresa no podía presentarse a concursos públicos si no cumplía ciertos mínimos en este sentido.
Aunque lo cierto es que la forma de certificar estos indicadores y exigencias era algo no demasiado claro, al menos se empezaba a andar en el camino de exigir a las empresas que, sin dejar de obtener beneficio económico, contribuyesen a hacer el mundo y, como mínimo, las comunidades o regiones en las que interactuaban, un lugar mejor.
Con la crisis se dejó de hablar de este asunto, se consideró que bastante tenían las empresas con seguir “vivas” como para exigirles compromisos. Puede que esto fuese una realidad en el caso de pymes y negocios familiares pero nunca he entendido porque dejó de pedírsele a las grandes multinacionales que, además, en su mayoría han crecido en época de crisis, ya sabemos que “a río revuelto, ganancia de pescadores”.
Sin embargo, hay un atisbo de esperanza, algunas marcas comienzan a “tomarse en serio” las exigencias de los consumidores más comprometidos, y aparecen marcas que ya en su objetivo primigenio contemplan como valor fundamental el contribuir a una economía sostenible en la que se cumplan los derechos humanos (salarios y jornadas justas en los países de producción, materiales ecológicos, respeto al medio ambiente, no al trabajo infantil…), comienza a aparecer una moda alternativa a la representada por los gigantes textiles de sobra conocidos por todos, y términos como Slow Fashion empiezan a sonar.
Igual que el deporte se ha puesto de moda ¿por qué no podemos conseguir que el consumo responsable también lo haga? Las cosas moralmente buenas también pueden convertirse en tendencia.
Los profesionales del marketing podemos contribuir no sólo participando en las campañas de estas compañías, sino asimilando el concepto en sí mismo, contribuyendo a hacerlo viral, a ponerlo de moda, a que todo el mundo quiera y exija tener obtener productos socialmente responsables cuando compra.
Como consumidores podemos contribuir a esto mismo, a convertir la producción responsable en algo exigible. Si los consumidores comenzamos a preocuparnos, realmente, de las condiciones en las que se fabrica lo que consumimos, las marcas no tendrán otra opción que darnos lo que pedimos. El cliente siempre tiene la razón.
Mercedes Fuster Sanz